Hay situaciones que para nuestra mente racional tienen difícil encaje. Sin embargo suceden, ocurren, y las experimentamos. Esta que os voy a contar es una de ellas. Se trata del arte zahorí, la rabdomancia o el arte de encontrar agua utilizando la radiestesia. Muchos de vosotros habréis visto alguna imagen u oído hablar de aquellos ancianos que, con una rama de avellano en forma de horquilla, hacían transectos buscando pozos de agua. Desde la soberbia de las cátedras urbanitas se suele pensar que esta búsqueda es cosa de locos de zonas rurales sin formación académica, de personas ignorantes. Pero me pregunto, ¿quién es el ignorante?
El arte zahorí
El arte zahorí es el arte y sabiduría ancestral que utiliza herramientas con las que el humano ha podido encontrar zonas específicas para poder desarrollar de la mejor manera posible sus actividades. Esto no es ni raro, ni nuevo. Lo hacen todos los animales. Tanto los insectos como las aves o los mamíferos deben elegir los lugares ideales donde depositar sus huevos o ubicar sus madrigueras. Todos los organismos somos sensibles a campos electromagnéticos porque nuestra planeta es una bola electromagnética en la que hay lugares más idóneos y otros menos para la salud de cada organismo. Esta sensibilidad es algo a lo que los animales están conectados, que sienten y utilizan, pero los humanos (la mayoría) hemos perdido la capacidad de percibirlo. Eso no quiere decir que nos afecte. De hecho estas variaciones de campo electromagnético producen pequeñísimas respuestas neuromusculares inapreciables a nuestra vista, pero que con la ayuda de alguna herramienta como varillas o péndula, actuando como amplificadores de señal, nos ayuda a poder localizar.
Por ejemplo, los pueblos nómadas se ayudaban de animales (perros y caballos) para localizar los lugares más sanos donde asentarse. Con el tiempo este arte se desarrolló convirtiéndose en la piedra angular para la ubicación de lugares sagrados, lugares de poder y de oración donde se construían templos, ermitas, catedrales, monasterios, etc. Los maestros constructores contaban con zahoríes entre sus equipo para la correcta ubicación y orientación de estos templos. Esta ubicación la hacían coincidir con cruces de cursos de agua subterránea, unos lugares de especial intensidad de campo electromagnético.
Hoy en día son muchísimas las aplicaciones con las que podemos usar este arte. Desde la ubicación correcta de los lugares de descanso o trabajo, la colocación de una camilla en consulta o la ubicación de una colmena, hasta la localización de corrientes de agua. Si estamos atentos y observamos, la Natura nos da pistas.
Actualmente a este conocimiento de lo invisible lo conocemos con el nombre de geobiología.
Por Juan Carlos Gálvez
No hay comentarios todavía.