Desde que nacemos estamos rodeados de microorganismos. Alojamos en nuestro interior millones de bacterias y hongos con los cuales mantenemos relaciones simbióticas, forman parte integral de nuestra vida y la mayoría de ellos participan en reacciones fisiológicas del organismo como pueden ser: la degradación de desechos biliares y de metales pesados, la fabricación de vitamina K o como freno al desarrollo de otros microorganismos potencialmente patógenos.
Dentro de ese entorno microbiano se encuentra un hongo con el cual deberíamos poder convivir pacíficamente, pero que, sin embargo, en muchos de nosotros se vuelve la principal causa de malestar: la Cándida.
¿Pero qué es realmente la Cándida?
La Cándida es un hongo del cual se conocen actualmente unas 150 especies, siendo la Candida albicans la más presente en nuestro cuerpo. En el organismo, la encontramos de manera general tapizando las mucosas, en particular la mucosa oral, digestiva y genital.
Si se encuentra en un ecosistema intestinal no perturbado, no hay mayor problema ya que en estas condiciones, la Cándida es útil para el organismo, pudiendo llevar a cabo funciones como la de eliminar o reciclar desechos de la alimentación. Sin embargo, en caso de desequilibrio de la flora intestinal y como respuesta a la disminución de los principales microorganismo benéficos que la componen (bacterias anaeróbicas y lactobacilos), la Cándida empieza a multiplicarse y a modificar su morfología: se vuelve entonces patógena.
¿Por qué esta se vuelve patógena?
Podemos encontrar como causas del desarrollo patógeno de la Cándida todos aquellos factores que de una manera u otra alteran la flora intestinal:
- Una alimentación desequilibrada: exceso de azúcar (útil para el metabolismo de los hongos), alimentos acidificantes, falta de algunos nutrientes (hierro, acido fólico, ácidos grasos esenciales…)
- El uso de antibióticos, corticoides, antiinflamatorios, quimioterapia, píldora anticonceptiva…
- Un modo de vida mal adaptado: estrés, falta de ejercicio, falta de sueño.
Si además de estos factores, le sumamos un sistema inmunológico deficiente, la Cándida no encontrará barrera para su multiplicación, y esta empezará, por lo general, a nivel de los intestinos y luego migrará hacia la piel y otras mucosas. A esta infección se le conoce como candidiasis.
A partir de aquí, la candidiasis puede afectarnos de diferentes maneras:
- Candidiasis superficial: afecta zonas puntuales del organismo (candidiasis digestiva, genital, oral, cutánea), no suelen poner en riesgo la vida del paciente.
- Candidiasis sistémica: involucran varios órganos de diferentes sistemas, pueden llegar a ser mortales.
- Síndrome de hipersensibilidad por Cándida o “síndrome de la levadura”: que plantea una infección por Cándida ya cronificada (The Yeast Connection, William Crook).
¿Cuál es la sintomatología de la candidiasis?
La sintomatología de la candidiasis es muy variada y depende mucho de la zona afectada:
- Candidiasis superficial:
- Oral: Se presentan aftas, placas blanquecinas, la lengua puede llegar a aumentar de tamaño y pueden aparecer grietas, enrojecimiento, dolor, perdida de la sensación gustativa.
- Digestiva: Distención abdominal, gases, náuseas, episodios de diarrea, vomito.
- Genital: leucorrea en las mujeres, placas blancas, enrojecimiento, inflamación de la zona en general, ardor y dolor.
- Cutánea: cualquier pliegue del cuerpo puede ser atacado. Se presentan zonas rojas, húmedas, posibles grietas con líquido pastoso y blanquecino. Sensación de ardor o quemazón.
- Candidiasis sistémica: afecta diferentes órganos, produciendo infecciones a nivel renal, pulmonar, cardiaco, nervioso…
- Síndrome de hipersensibilidad por Cándida: Según el doctor William Crook, los síntomas de esta alergia a la Cándida son similares a los de otras alergias y se deben en parte a algunas sustancias tóxicas que libera el hongo directamente en sangre: congestión nasal, fatiga, gases intestinales, dificultad para concentrarse, aumento de peso, depresión, dolores musculares, dolores de cabeza, ansiedad y nerviosismo, asma, y hasta algunas enfermedades autoinmunes como puede ser el lupus o la artritis …
¿Y ahora qué hacemos?
Podríamos pensar que el uso de antifúngicos específicos podría ser la respuesta rápida y definitiva contra este huésped indeseado, sin embargo, una de las características de los hongos es su tenacidad. Utilizando este tratamiento conseguimos, en general, una respuesta rápida aunque no siempre definitiva, y es que la Cándida suele reaparecer si no se trata lo que la genera, es decir, el desequilibrio de la flora intestinal. Es más, en ocasiones lo que conseguimos utilizando únicamente sustancias antifúngicas es hacer al hongo más resistente al tratamiento y, por lo tanto, que la infección tome un carácter crónico.
Por ello, si lo que queremos es obtener resultados duraderos, es necesario trabajar con un conjunto de medidas que permitan reequilibrar al organismo en su totalidad.
Es importante saber que cualquier tratamiento para la candidiasis requiere de mucha voluntad por parte del paciente y que, para obtener resultados duraderos, es necesario llevarlo a cabo durante varios meses evitando posibles recaídas.
Un primer paso en el tratamiento consiste en dejar de alimentar al hongo y así debilitarlo (recordemos que son especies fuertes, capaces de resistir grandes cambios y ¡condiciones extremas!). Para ello, hay que eliminar de la dieta alimentos con alto índice glucémico (azúcar, harinas refinadas, golosinas, bebidas, azucaradas, alcohol, algunas frutas…), lácteos, carnes rojas, cereales con gluten (especialmente el trigo) y, durante esta primera etapa, los alimentos fermentados.
Además de la dieta, y siendo el hígado uno de los órganos encargados de depurar el organismo de desechos, dentro de los cuales aquellos producidos por la Cándida, es interesante acompañar el tratamiento con una limpieza hepática. Esta se puede llevar a cabo, por ejemplo, con cardo mariano, alcachofera o diente de león.
En una segunda etapa, y al mismo tiempo que se sigue con la dieta, habría que ir introduciendo sustancias antifúngicas para empezar a eliminar la Cándida. Existen numerosas opciones como el ajo, el extracto de semillas de pomelo, el aceite esencial de tomillo, orégano, romero o canela. Es importante elegir una e ir cambiando cada 10 días aproximadamente, ya que hoy se sabe que este hongo se adapta con facilidad a cualquier molécula antifúngica.
Por último, recordemos que la principal causa del desarrollo descontrolado de la Cándida, es el desequilibrio de la flora intestinal, haciéndose indispensable terminar el tratamiento tomando probióticos que permitan reequilibrar las diferentes cepas de bacterias simbióticas que habitan nuestro intestino.
No olvidemos el trabajo con el estado emocional del paciente como elemento clave en el tratamiento. Como ya comentamos, la candidiasis se instala cuando hay una depresión del sistema inmunológico y éste está íntimamente relacionado con el estado emocional. Es por esto que trabajar los diferentes bloqueos para movilizar las emociones es esencial en el tratamiento.
A modo de conclusión, es fundamental insistir en la importancia de aprender a convivir con la Cándida. Comprender sus funciones y su naturaleza y reconocer la importancia de nuestra “colaboración” es la mejor manera de convertir a este microorganismo en un buen aliado en vez de en un poderoso enemigo.
Por Claudia Grinvald
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