El ser humano vive junto a las plantas desde hace unos doscientos mil años, es decir, desde su aparición en la Tierra. Parece suficiente tiempo para conocer a alguien. Y, sin embargo, para nosotros no ha sido suficiente: no solo sabemos muy poco aún sobre el mundo vegetal, sino que seguimos otorgando a las plantas la misma consideración que les tenían los primeros homo sapiens.
Pongamos como ejemplo un gato, y vamos a describir sus características. ¿Qué podemos decir del gato? Que es inteligente, astuto, afectuoso, sociable, oportunista, ágil, rápido y a saber, cuantas cosas más. Ahora fijémonos en una planta, una encina, por ejemplo. ¿Qué podemos decir de una encina? Que es alta, robusta, nudosa ¿y qué más?
En el mejor de los casos, podremos añadir unas cuantas características estéticas, algunas morfológicas y en todo caso de su utilidad. En cualquier caso, no le asignaremos ningún atributo ligado a su dimensión social, no le atribuimos ningún tipo de inteligencia.
Sin embargo, hay algo que no encaja. ¿Cómo es posible que un individuo vivo,
asensorial, estúpido, sin actitudes sociales e incapaz de mantener relaciones con el entorno haya sobrevivido y evolucionado? Si esto fuera así, la elección natural las habría descartado hace tiempo.
Ahora bien, las plantas están dotadas de sensibilidad, tejen relaciones sociales complejas y se pueden comunicar entre ellas y con los animales.
¿Qué son en verdad las plantas y cómo están hechas?
El ser humano, como cualquier otro animal, posee órganos únicos y es, por tanto, un ser indivisible. Las plantas, en cambio, son organismos sésiles (es decir, que no pueden desplazarse) y por eso han evolucionado de manera distinta, construyendo un cuerpo modular, carente de órganos únicos. El motivo de esta “solución” es evidente: un depredador herbívoro que arrancase un órgano cuya función no pudiera llevarse a cabo en otra parte de la planta provocaría al instante su muerte.
Esta es una diferencia sustancial con respecto al mundo animal, no son ni más ni menos evolucionadas simplemente, escogieron una línea evolutiva distinta.
Las plantas son en definitiva seres divisibles, dotados de numerosos centros de mando y con una estructura reticular no muy distinta a la de internet.
En un futuro cercano, será cada vez más importante conocer bien las plantas.
De ellas ha dependido nuestra existencia sobre la Tierra (sin la fotosíntesis nunca se habría creado el oxígeno que posibilita la vida de los animales del planeta) y de ellas depende hoy nuestra supervivencia. No olvidemos que son el origen de las fuentes energéticas (combustibles fósiles).
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