Hoy en día es bien conocido que la salud digestiva es fundamental para el bienestar general del organismo y que juega un papel muy importante en el sistema inmunológico y en la prevención de enfermedades, incluidas las autoinmunes.
Los estudios que existen sobre la relación microbiota y sistema inmune demuestran que la microbiota educa al sistema inmune para reconocer la diferencia entre células propias y agentes externos, lo que ayuda a nuestro organismo a prevenir reacciones autoinmunes. Cuando la microbiota está en desequilibrio (disbiosis), el sistema inmunológico puede volverse hiperreactivo y atacar células del propio cuerpo. Esto precisamente es lo característico de las enfermedades autoinmunes.
Además del desequilibrio en la microbiota, también es importante la mucosa intestinal, que actúa como una barrera que permite la absorción de nutrientes y bloquea el paso de toxinas, bacterias y partículas no deseadas. Cuando esta barrera se debilita, se produce el fenómeno conocido como “intestino permeable”. Si la permeabilidad aumenta, las sustancias no deseadas pueden atravesar la barrera intestinal, lo que genera una respuesta inmunológica. Esta activación constante del sistema inmunológico puede contribuir, a largo plazo, al desarrollo de enfermedades autoinmunes, como por ejemplo la artritis reumatoide, la esclerosis múltiple y el lupus.
Recordemos que el intestino está revestido por esta barrera mucosa, por lo que cuando el sistema inmunológico detecta elementos externos en el torrente sanguíneo, responde para eliminarlos. Esta respuesta inmunitaria puede ser excesiva y generar inflamación crónica y, en personas genéticamente predispuestas, provocar que el sistema inmunológico ataque los tejidos propios del cuerpo.
La inflamación es una respuesta natural del sistema inmunológico, pero cuando se vuelve crónica, puede desencadenar problemas de salud, afectando no solo al tracto digestivo, sino propagándose a otros sistemas del cuerpo. Así, con el tiempo, esta activación inmune continua puede contribuir al desarrollo de enfermedades autoinmunes, ya que el cuerpo se encuentra en un estado constante de alerta y esto facilita que el sistema inmunológico ataque células sanas.
Las bacterias intestinales producen metabolitos y moléculas bioactivas beneficiosas, ácidos grasos de cadena corta como el butirato, que regulan las respuestas inmunitarias y antiinflamatorias. Cuando hay disbiosis, se reduce la producción de estos compuestos, lo que afecta la capacidad del organismo para controlar la inflamación y modular la actividad inmunológica, incrementando la probabilidad de que el sistema inmunológico reaccione de forma anormal contra los propios tejidos.
Un microbioma sano mantiene un equilibrio entre bacterias que promueven la inflamación y bacterias que la inhiben. La disbiosis puede incrementar la presencia de bacterias proinflamatorias, lo que contribuye a un entorno inflamatorio en el intestino y en todo el cuerpo. Algunos ejemplos de enfermedades autoinmunes relacionadas con la disbiosis son enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa, celiaquía, tiroiditis de Hashimoto, esclerodermia, artritis reumatoide, esclerosis múltiple, lupus eritematoso sistémico…
Vamos a ver algunos de los factores más frecuentes que afectan nuestra salud digestiva desequilibrando también nuestro sistema inmune:
- Una alimentación donde abundan los alimentos procesados, altos en azúcares, aditivos, colorantes, conservantes, etc., los cuales desequilibran nuestra microbiota y alteran nuestro sistema inmune, ya que este debe analizarlos y decidir qué hacer con ellos y esto lo pone en constante alerta y lo agota.
- Carencia de fibra. Una alimentación baja en fibra hace que nuestra microbiota no se alimente correctamente, pudiendo proliferar bacterias patógenas por encima de las saprófitas. Además, hay que tener en cuenta que esa carencia frena el tránsito intestinal, lo que contribuye al estreñimiento, campo de cultivo de una flora patógena.
- El estrés crónico también impacta dificultando las digestiones, reduce la motilidad y la producción de jugos gástricos como el ácido clorhídrico o las enzimas digestivas.
- La falta de ejercicio también ralentiza el tránsito intestinal y reduce el flujo sanguíneo en el sistema digestivo.
- El uso frecuente de medicamentos como los antibióticos, los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) y los antiácidos pueden dañar la flora intestinal o el revestimiento del sistema digestivo si se usan en exceso.
- La falta de sueño o el sueño irregular pueden interferir en la digestión, ya que el sistema digestivo también sigue un ritmo circadiano.
Para fortalecer nuestro sistema digestivo y prevenir problemas es fundamental tener buenos hábitos alimenticios, una buena hidratación, una correcta masticación, plena consciencia en el momento de comer, un buen manejo del estrés y una postura positiva y activa ante la vida y las circunstancias que van surgiendo.
El papel de los probióticos y prebióticos en la salud digestiva
Los probióticos y prebióticos ayudan a mantener un equilibrio saludable en la microbiota intestinal. Los probióticos son microorganismos vivos, como las bacterias y levaduras, que cuando se consumen en cantidades adecuadas colonizan el intestino, desplazando o inhibiendo el crecimiento de bacterias dañinas y promoviendo una flora intestinal equilibrada. Por ejemplo, contribuyen a promover un ph ácido en el intestino que no permite que bacterias patógenas puedan desarrollarse. Otro mecanismo de acción es evitar que las bacterias patógenas se instauren en la mucosa y colonicen.
Los probióticos ayudan a regular la digestión y prevenir el estreñimiento, reducir la inflamación intestinal y mejorar los síntomas de trastornos digestivos como el síndrome del intestino irritable (SII), pero también fortalecen el sistema inmunológico y lo equilibran, ya que gran parte de las células inmunitarias están en el intestino, y previenen infecciones intestinales al crear un entorno desfavorable para bacterias patógenas.
Los alimentos ricos en probióticos que podríamos destacar son los que contienen probióticos naturalmente o mediante fermentación:
- Yogur natural(sin azúcar y con cultivos vivos)
- Kéfir, una bebida fermentada similar al yogur
- Chucruty otros vegetales fermentados, como kimchi
- Kombucha, una bebida fermentada a base de té
- Miso y tempeh, productos fermentados de la soja
Por otro lado, los prebióticos son fibras no digeribles que sirven de alimento para las bacterias beneficiosas en el intestino, favoreciendo su crecimiento y actividad. Al estimular estas bacterias buenas, los prebióticos ayudan a favorecer el crecimiento de probióticos. De esta manera son fundamentales para mejorar la composición de la microbiota, mejorar la digestión al estimular los movimientos intestinales, regular la absorción de minerales como el calcio y el magnesio o apoyar la producción de ácidos grasos de cadena corta, que son antiinflamatorios y benefician la salud intestinal y metabólica.
Los alimentos ricos en prebióticos más destacables son ajo y cebolla (que contienen inulina y fructooligosacáridos), puerros y espárragos, alcachofas y achicoria (ricas en inulina), plátano (especialmente cuando está menos maduro), avena y cebada (fibra beta-glucano).
La personalización en el enfoque de la salud digestiva y el tratamiento de enfermedades autoinmunes
La personalización de cualquier tratamiento es esencial, pero con más motivo el tratamiento de enfermedades autoinmunes debido a la gran diversidad en la respuesta individual. Esta personalización debe ser tanto en las intervenciones que proponemos como en los reajustes que se van realizando según la evolución de la enfermedad y la respuesta del paciente.
A través de este enfoque centrado en el paciente buscamos adaptar los tratamientos a las características únicas de cada persona, como su genética, microbiota intestinal, estilo de vida y factores ambientales, logrando así una mayor efectividad y reduciendo el riesgo de efectos secundarios. Este enfoque no solo mejora los resultados clínicos, sino que también potencia la calidad de vida al adaptar las intervenciones a las necesidades individuales de cada persona.
Por Andrea Bretones
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