Cuando hablamos de semillas oleaginosas nos referimos a una variedad de semillas que se caracterizan por su riqueza en grasas poliinsaturadas. La mayoría de las personas no tienen en cuenta este tipo de semillas en su dieta diaria, y si empiezan a hacerlo, se encuentran con el impedimento de no saber cómo introducirlas, en qué cantidades, o qué posibilidades culinarias ofrecen.
En primer lugar, demos nombres específicos, ya que se tratan de semillas tan conocidas como las de girasol o las de calabaza y tan antiguas como las semillas de chía, sésamo, lino o cáñamo.
Al tratarse de la parte germinativa de la planta contienen la esencia energética y bioquímica para el nacimiento de una nueva vida vegetal, un factor a tener en cuenta para comprender la riqueza “pránica” que nos ofrecen. Desde un punto de vista nutricional, los análisis bioquímicos avalan su aporte en aminoácidos de alta biodisponibilidad y su abundancia en grasas poliinsaturadas, tales como son los aceites esenciales omega 3 y 6.
Otra característica destacable, es su poder remineralizante, aportando dosis elevadas de minerales y oligoelementos como el calcio, magnesio, potasio, zinc, fósforo o hierro. Hablemos en concreto de una de ellas y de su patrimonio dietético y energético: Las semillas de sésamo o ajonjolí (sesamum indicum):
Desde la antigüedad el sésamo ha sido una de las semillas más veneradas en Oriente, considerada un alimento-medicamento tanto en Medicina Tradicional China como Ayurvédica. Su prestigio medicinal fue tal que se concibió como un remedio capaz de regenerar los cuerpos sutiles del ser humano. El Papiro de Erbes, tratado médico más antiguo y extenso encontrado en Egipto, habla del sésamo y sus cualidades terapéuticas como planta medicinal. Nutricionalmente hablando, son semillas ricas en ácidos grasos insaturados (oleico y linoleico), fitoesteroles y grasas complejas como las lecitinas, indicadas en el tratamiento de enfermedades hepáticas (hígado graso), cardiocirculatorias (colesterol elevado) o neurológicas (pérdidas de memoria).
Conocida es su riqueza en calcio (670mg/100g), magnesio (370 mg/100g), potasio (570mg/100g), zinc (5,3mg/10g), hierro (10mg/100g) y fósforo (720mg/100g); minerales muchos de ellos imprescindibles para la salud del hueso y las articulaciones. Esta riqueza mineral de las semillas y en especial del sésamo, las convierte en un alimento reconocido en el tratamiento de la osteoporosis y la degeneración articular, ya que además de remineralizar el cuerpo, su incidencia sobre el PH orgánico es alcalinizante, un requisito imprescindible para revertir enfermedades de tipo degenerativo. Presenta riqueza vitamínica del grupo B (B1, B2, B3, B6) y en especial en vitamina E, tocoferol que previene el enraizamiento de las grasas y colabora combatiendo la acción perjudicial de los radicales libres en el organismo.
Entre su contenido proteico (18-20%), hayamos una buena fuente de aminoácidos esenciales, quince en concreto. Destaca su riqueza en triptófano (precursor en el organismo de serotonina y melatonina), metionina (aminoácido de acción lipotrópica importante para prevenir enfermedades cardiocirculatorias y hepáticas) y lisina, (aminoácido que cumple una función imprescindible a nivel inmunológico y en la síntesis del colágeno corporal). La riqueza proteínica del sésamo y de las semillas oleaginosas en general, hace de ellas un recurso fácil para la complementación proteica en cuanto a aminoácidos esenciales y la dieta vegetariana. Podemos hacer mezclas de semillas variadas, añadiendo tres cucharadas de postre al final de nuestros platos vegetales (ensaladas, cremas, sopas, guisos de cereales o legumbres). Cabe mencionar, que la mayoría de estas semillas son alimentos neutrales en cuanto a sus posibles combinaciones, pudiéndose mezclar entre ellas y con otros ingredientes culinarios sin ningún tipo de problema.
Otra característica del sésamo es su riqueza en fibra soluble e insoluble, beneficiosa para prevenir el estreñimiento o la aparición reiterada de diarreas. Su consumo es acto para el tratamiento de la candidas albicans o cualquier tipo de parásito intestinal, ya que posee principios activos de naturaleza antiséptica y desparasitante.
Entre sus fibras, encontramos lignamos (sesamina y sesamolín), fitoquímicos capaces de fluidificar la sangre y de ejercer una acción estrogénica y antioxidante.
Si buscamos el sésamo en tiendas de herbodietética, encontraremos sésamo crudo, tostado o bien sésamo negro. El sésamo crudo es un alimento excepcional para personas calurosas y pletóricas con tendencia a la obesidad, la diabetes, el estreñimiento y la retención de líquidos. De esta forma, sus amargos ejercen una acción curativa sobre el hígado y los niveles de azúcar en sangre y sus principios astringentes, reducen la mucosidad del cuerpo y enfrían el exceso de calor interno. También es ideal para bajar el colesterol, fortalecer los pulmones y lubricar el cuerpo, en especial articulaciones, intestinos y serosas. Las semillas ligeramente tostadas, teniendo cualidades terapéuticas similares, el malteado las hace actas para personas frioleras y debilitadas que precisen tonificar su calor y fuerza corporal.
A nivel general, se trata de una semilla fantástica para el cerebro y para potenciar la mente (colina, inositol); ayuda en el insomnio, la depresión, la atención dispersa y facilita la comprensión profunda. Yo la recomiendo para estudiantes, pérdidas de memoria o niños con síndrome de déficit de atención. Fortalece las personalidades enclenques con tendencia a la hipersensibilidad y vulnerabilidad extrema.
En cuanto al sésamo negro, se trata de semillas más pigmentadas que ofrecen una acción beneficiosa sobre la sangre, la hemoglobina y los glóbulos rojos. En presencia de anemias o sangres debilitadas, se recomienda por su riqueza en hierro y en especial por sus pigmentos, que desde un punto de vista bioenergético, actúan sobre la sangre y la médula ósea roja.
En cuanto a los usos culinarios del sésamo y formas de consumirlo, podemos optar por diferentes formas:
Tomarlo crudo o ligeramente malteado, espolvoreándolo en platos de cereales, legumbres, ensaladas, batidos verdes o cremas de verduras. Combina muy bien con aceites, hojas ricas en clorofila, algas y vegetales naranjas y amarillentos. Como ejemplo podemos pensar en una crema de calabaza, pimiento amarillo y zanahoria a la que añadiremos un chorrito de aceite de oliva y 2 cucharaditas de sésamo crudo en el momento de la consumición. Si decidimos tomarlas así, debemos masticarlas para romper su cáscara fibrosa y facilitar que las enzimas digestivas actúen sobre sus nutrientes.
Otra opción es hacer polvo de ajonjolí. Utilizaremos un molinillo de café y moleremos las semillas hasta hacer con ellas un polvo bien triturado. Podemos aprovechar y mezclar el sésamo con otras semillas como el lino, la chía y las semillas de cáñamo. De esta manera, obtenemos un polvo de semillas que añadiremos a nuestros platos asegurándonos con ello su perfecta digestión y asimilación. Aconsejo guardar la mezcla triturada en un frasco de cristal cerrado herméticamente y conservar en lugar fresco y oscuro. Las semillas y, en concreto, sus grasas, son especialmente sensibles al calor y a la luz. También recomiendo no elaborar una cantidad superior a la que vayamos a consumir durante máximo una semana.
El gomasio es un condimento típico de la cocina macrobiótica que hace uso del sésamo así preparado. Consiste en maltear y moler ligeramente el sésamo, mezclándolo con sal marina completa también malteada. Las proporciones de la mezcla serían: 7 de sésamo por una de sal. Esta preparación es altamente remineralizante y depurativa de la sangre. Ayuda a extraer el exceso de acidez del cuerpo y se espolvorea en cereales como el arroz integral para hacer monodietas depurativas durante una semana.
También podemos consumir su aceite extraído en frío o el puré obtenido de la trituración de las semillas, conocido como crema de sésamo o tahín. Esta crema fomenta el crecimiento potencial en niños y es un ingrediente muy usado en patés, humus y postres veganos, por su consistencia y sabor.
Por último, destacar la hidratación y activación enzimática de las semillas a través del agua. Dejaremos en remojo las semillas durante unas horas, facilitando con ello su hidratación, activación enzimática y digestión. Una vez hidratadas durante al menos un par de horas, desechamos el agua del remojo y las consumimos en batidos de frutas, sopas, guisos o leches vegetales.
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