Hoy es el día de la alimentación proclamado en 1979 por la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. En un día como este me gustaría hacer una reflexión en base a los últimos datos ofrecidos por la FAO: +670 millones de adultos son obesos (casi un 10% de la población mundial), 120 millones de menores son obesos, +40 millones de niños tienen sobrepeso y +800 millones de seres humanos carecen de alimentos.
Estas cifras a día de hoy me parecen trágicas y vergonzosas. La manera en la que se satisface la necesidad básica de alimentarse y la constatación de que en el siglo XXI millones de personas siguen pasando hambre, obligan a hacer un examen de conciencia a la sociedad en la que vivimos. También a revisar el orden económico imperante y sus prioridades.
Para comprenderlo mejor voy a hacer una comparación. Si suponemos que la Tierra, donde vivimos todos, es nuestra casa común, nos resulta más sencillo entender que si en la cocina hay goteras y no lo solucionamos a tiempo, el problema crece y puede poner en peligro al resto de la casa. Si además cerramos la puerta y miramos para otro lado, esto terminará afectándonos, por eso es importante que veamos el problema y lo afrontemos directamente. De la misma manera es de una miopía política tremenda el intentar cerrar las puertas con vallas y alambradas como si este actitud fuera a solucionar el problema.
Para mí el tema del hambre en estos momentos de la humanidad es el tema más grave con el que nos enfrentamos, ya que es la raíz de todos los demás problemas graves como la inmigración ilegal, la violencia internacional y enfermedades a las que es imposible hacer frente si estás desnutrido. Los alimentos son la base de la vida, sin alimentos no hay vida.
Oliver de Schutter fue durante muchos años el relator de las Naciones Unidas para el derecho de la alimentación y afirmaba que hemos olvidado que no se trata solo de mantener vivas a las personas, sino de nutrirlas en todas sus dimensiones. Esto implica poder garantizar que todas las personas disfruten plenamente de todos los derechos humanos.
Hoy en día 800 millones de personas pasan hambre, cada día mueren de hambre y de malnutrición 40 mil personas, la mayor parte niños y mujeres. Cuando comparas estas cifras con otras causas de muerte como enfermedades, accidentes de tráfico, etc., son insignificantes, no hay punto de comparación. Ese mismo día que mueren de hambre 40 mil personas estamos gastando en armamento de 4mil millones de dólares. El hambre es absolutamente evitable. Según los datos de Naciones Unidas, con un 2,5% de lo que la humanidad gasta en armamento podríamos erradicar las causas del hambre en el mundo.
Por otro lado, producimos el 60% más de los alimentos que necesitamos para alimentar a la humanidad entera, el problema no es el producir más alimentos sino el acceso a los alimentos.
El sistema agroalimentario en el que estamos inmersos en estos momentos permite desperdiciar una tercera parte de la producción mundial de alimentos. Esto es un atentado contra la humanidad y las generaciones futuras.
La agricultura es la transformación de los recursos naturales del planeta (limitados y perecederos): tierra, agua, aire, diversidad biológica y energía en alimentos. Estos recursos naturales los tenemos en préstamo para uso y disfrute no solo de esta generación, sino de todas las que vienen después. Resulta más evidente si analizamos estas cifras sobre la producción y cantidad de recursos que hemos utilizado: 1400 millones de hectáreas de tierra fértil, 28 veces la superficie de España, 250km cúbicos de agua (la cuarta parte de agua dulce utilizada en el planeta para agricultura y alimentación), 300 millones de barriles de petróleo. Dejamos fuera los datos de la contaminación ambiental que genera esta producción. Estamos acabando con los recursos para que las generaciones venideras puedan seguir alimentándose.
En nuestro mundo no se puede permitir por más tiempo el desaprovechamiento de alimentos a todos los niveles. Desde el consumidor hasta el productor, no podemos consentir que haya toneladas de alimentos desperdiciándose constantemente.
Un estudio de la FAO muestra cómo a nivel internacional la producción local, familiar y a pequeña escala, desperdicia muchísimos menos alimentos. Por lo tanto, aunque si bien es cierto que la agricultura extensiva produce más, en proporción alimenta menos y, sobre todo, se trata de no depender de factores que no podamos manejar o de grandes multinacionales. Habrá que apoyar tecnologías apropiadas, pero poniendo el énfasis en la agricultura familiar, en aquella que nos permite mantener la capacidad de autoalimentarnos.
Como consumidores tenemos una enorme responsabilidad, queramos o no estamos en una sociedad de consumo, y queramos o no, el consumo hoy es el motor de la humanidad. Por eso considero que consumir es un acto político, cuando elegimos qué consumir estamos priorizando un sistema de producción frente a otro y, por tanto, un tipo de sociedad frente a otra.
Carlo Petrini, presidente de Slowfood Internacional, dice que cuando vamos a comprar alimentos tenemos que pensar en tres factores: que sea bueno en el sentido nutritivo y organoléptico, que sea limpio desde el punto de vista medioambiental, es decir, que se haya producido de una forma amigable con el medio ambiente, y que sea justo desde el punto de vista social, en otras palabras que en su producción se haya tratado a la gente como personas y que se hayan pagado salarios justos. A estos tres factores podríamos añadir también que se haya producido a nivel local y estacional.
Sé que como consumidores nos falta información en las etiquetas, pero es nuestro derecho estar informados sobre lo que compramos. Hasta hace unos pocos años en los alimentos envasados no aparecía ni el valor nutricional. Si no lo hacemos por nosotros, por lo menos hagámoslo por nuestros hijos, nietos, sobrinos… Una sociedad que no tiene en cuenta las generaciones venideras es muy fácil que termine en un suicidio colectivo.
Tenemos que ver el carro de la compra como carro de combate, tenemos que ser conscientes del poder que tenemos como consumidores. Os invito a reflexionar sobre el tema y a agradecer tremendamente lo que tenemos, a aportar nuestro granito en la medida que sea posible.
Miguel de Unamuno: «Una utopía lo es hasta que 5 personas consideran que es posible, porque a partir de ese momento es una posibilidad».
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